martes, 31 de marzo de 2020

rasgos de la educación a nivel global

El uso de los términos “internacionalización”, “globalización” o “mundialización” ha dado lugar a un amplio debate que trasciende el ámbito académico. 
 En general, hay una extensa preocupación por los aspectos económicos, financieros o, incluso, por las corrientes migratorias en nuestro continente, pero no hay una reflexión suficiente respecto a la educación y, en especial, a la universidad como factor clave en cualquier proceso de modernización, lo cual me parece indispensable.
Las nuevas tecnologías y su aplicación al desarrollo de la producción, las finanzas y los servicios, entre otras áreas, han impuesto un ritmo de vértigo a los asuntos humanos. En pocos segundos nos enlazamos con países remotos, hablamos e investigamos de un lado al otro del planeta.
Estamos, pues, ante una auténtica revolución del conocimiento, incomparablemente mayor y más profunda que otras ocurridas en la historia. Aunque estos cambios son positivos y ya se hacen sentir incluso en la vida diaria, aún desconocemos a ciencia cierta hacia dónde nos llevará esta revolución en marcha y cómo transformará a las sociedades y sus paradigmas. Es como si nos hubiéramos subido a un tren en movimiento sin tener idea de cuál es el destino final. En este campo es mucho lo que aún debemos estudiar.
En sentido estricto (la globalización) es el proceso resultante de la capacidad de ciertas actividades de funcionar como unidad en tiempo real a escala planetaria. Es un fenómeno nuevo, por lo que sólo en las dos últimas décadas del siglo XX se ha constituido un sistema tecnológico de sistemas de formación, telecomunicaciones y transporte que ha articulado todo el planeta en una red de flujos en los que contrafluyen las funciones y unidades de todos los ámbitos de la actividad humana... La economía global –nos sigue diciendo Castells– incluye en su núcleo fundamental, la globalización de los mercados financieros, cuyo comportamiento determina los movimientos de capital, las monedas, el crédito y por lo tanto las economías de todos los países... 
Junto a ello, como hemos dicho antes, también somos testigos de la globalización de las tecnologías, la información y la comunicación (multimedia e internet). Y, a la vez, observamos la globalización del llamado crimen organizado y la enfermedad. Como individuos y sociedades nos intimidan nuevas amenazas a escala planetaria y éste, al parecer, es sólo el comienzo. En contraposición a la idea de que la globalización es un fenómeno uniforme, indeterminado, con repercusiones idénticas en realidades distintas, cabe señalar que el modo cómo éstas se incluyen en la globalización también repercute sobre su futuro, sobre los ritmos y los costos que el cambio trae consigo. A este respecto, David Ibarra, un prestigiado economista mexicano, ha hecho el siguiente resumen: “Los países en desarrollo se han amoldado a las nuevas reglas universales con distinta fortuna y pagando precios también distintos. La preponderancia de Estados Unidos ha llevado a implantar cuanto antes el nuevo orden unipolar. En esas circunstancias, la cuestión de cómo apropiarnos del conocimiento generado por la sociedad global no es fácil de resolver. 
“La educación es la principal inversión de infraestructura en la era de la información. Pero la reforma educativa no consiste sólo en mayor escolarización o en introducir Internet en las escuelas. Pasa, sobre todo, por la formación de los formadores, tanto en método pedagógico como en conocimientos especializados y en familiaridad con las nuevas herramientas tecnológicas.... Implica también una utilización de las nuevas formas de enseñanza virtual que aceleran la formación de los formadores y permiten quemar etapas. No es una política fácil ni rápida, pero es la condición indispensable para la transición de conjunto de la sociedad al informacionismo. La universidad no conduce a nada si no trabaja con material humano que ha sido educado convenientemente en los niveles primario y secundario... es necesario reforzar centros de excelencia universitarios, nacionales o de ámbito latinoamericano, que hagan de locomotoras científicas y tecnológicas en relación con el conjunto del sistema”.
Como dice Joselyne Gacel-Ávila: “Si la sociedad global requiere de la formación de una auténtica ciudadanía global para su progreso, entonces la educación, verdadera base de la integración regional, internacional y global, debe ser la arena donde se le prepara para el cambio. Por ello la internacionalización educativa, aunque restringida de momento a nivel terciario, en el futuro debe permear en todos los niveles educativos”. Y para el investigador Axel Didriksonn: “… es posible sostener que entre los cambios que deben ocurrir en el marco institucional y social, resultan cada vez de mayor importancia los que deben realizarse en el perfil y las estructuras de las instituciones de educación superior, como instituciones que hacen posible la producción y transferencia de conocimientos y tecnologías. 
En cualquier caso, para ser útil al desarrollo, la reforma de los sistemas educativos, en especial la enseñanza universitaria, debe realizarse sin renunciar a su papel social, al ejercicio de sus propios valores críticos. O dicho en otros términos, se requiere asumir el cambio generado por la globalización sin convertir a los centros de enseñanza e investigación básica en meros apéndices instrumentales de los criterios económicos en boga. La modernización de la universidad debe regirse a su vez por un orden de prioridades propias, vinculadas con las necesidades de la comunidad a la cual pertenecen.